El señor Ortega (como gusta que le llamen) me recibió en el despacho de José María castellano , (por entonces consejero delegado y número dos del grupo); todavía no sabía que Ortega no tiene despacho propio. Me encontré con un hombre que estaba a punto de alcanzar los 70 años pero con la vitalidad y el dinamismo de un joven empresario chino. Gran escuchador, de trato enormemente afable y cálido,  extraordinariamente humilde. Amancio Ortega charlaba más que entrevistaba. La charla, ya que tenía la sensación de que la conversación que estábamos teniendo no podría ser calificada de entrevista en ningún manual de recursos humanos, se desarrollaba de forma amena e instructiva. En realidad era él quien estaba vendiendo su empresa más que yo vendiendo mi profesionalidad. Finalmente Ortega me animo a que le hiciera las últimas preguntas, ya saben, las típicas preguntas sobre el modelo de negocio, el futuro de la compañía, etc. Pero como profesional de recursos humanos sé que, por encima de cualquier otra cosa, el éxito de un directivo en la gestión estiba sobre todo en saber realmente cuáles son las expectativas de quien lo contrata.

Así que, entre otras cuestiones, le pregunté; señor Ortega, si finalmente me incorporo a la compañía, ¿qué es lo que realmente esperas que haga? Como hombre de empresa esperaba que la respuesta tuviese relación con la necesidad de alcanzar los objetivos marcados en el plan estratégico de la empresa, o aumentar la productividad de los empleados en no sé qué tanto por ciento o que fuera capaz de contratar 100 personas al día en todo el mundo (como hubo que hacerlo más tarde),  etc. La respuesta fue diferente muy diferente. “Tienes que querer a la gente”, respondió el presidente y fundador de una de las mayores empresas textiles del mundo. “Tienes que querer a la gente lo demás ya vendrá”.

Del libro : La empresa sensual