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LOS CARRITOS DE LOS SUPERMECARDOS
Sylvan Goldman era el dueño de la cadena de supermercados Piggly Wiggly en Oklahoma City, y le iba muy bien. Pero la cantidad de artículos que podía vender a sus clientes estaba limitada por la fortaleza de los músculos de sus brazos y por el dolor de sus dedos.
Reflexionó sobre el problema, que era que los clientes «manifestaban la tendencia a dejar de comprar cuando las cestas estaban muy llenas o pesaban mucho».
Con la ayuda de un carpintero y un operario de mantenimiento, le puso ruedas a las patas de una silla plegable y colocó una cesta en el asiento; aquel invento tan poco atractivo fue el prototipo del primer carrito de la compra.
Pero la idea no arraigó; los compradores no querían usar carritos. A los hombres les parecía que era indicativo de que eran demasiado débiles como para llevar sus propias compras, y las madres (de la época) sentían que ya habían empujado suficientes carritos en su vida.
Los carritos de Goldman tenían mucho sentido, pero eso no bastaba.
Así que pensó «sí, y…» y dio unos pasos adicionales.
Contrató a ayudantes que ofreciesen carritos a los compradores, y a modelos que se paseaban por sus tiendas demostrando mediante el ejemplo cómo podían tomarse su tiempo, reunir una gran cantidad de artículos y hacerlo sin ponerse a sudar ni lesionarse los bíceps.
Al final la idea caló, los supermercados se rediseñaron para permitir la compra con carrito y Goldman pudo percibir un canon por cada carrito plegable vendido.
Goldman había sacado a la superficie su caballo blanco. Y fue un paso más allá e hizo realidad su idea. Pero eso no bastaba. Fue necesario tener más buenas ideas para que la primera tuviera éxito.
Y eso es lo que hizo falta: una idea sobre otra, pensar en grande sobre pensar en grande, para meter en el mundo su Gran Idea, que al final no sólo le convertiría en multimillonario, sino que sería uno de esos inventos que pasan un tanto desapercibidos, pero cambian el mundo.
Del libro El pequeño libro para pensar en grande de Richard Newton
El campeón de perritos calientes de pensar en grande
Para viajar ligero de equipaje y fijar nuevos limites, lo primero que tienes que hacer es «ver el bagaje».
Esto es lo que hiso Takeru Kobayashi, de esbelta figura, cuando superó el récord mundial de comer perritos calientes.
El récord mundial estaba en 25 perritos calientes más un octavo de perrito en un tiempo de 12 minutos. Kobayashi, que sólo pesa 57 kilos, fue objeto de las burlas de otros competidores en el campeonato de perritos calientes de Coney Island, dada su escasa corpulencia.
Entonces se comió 50.
Su demolición del récord anterior fue tan aplastante que el Urban Dictionary define al jugador dominante en un campo como “un Kobayashi”. Por ejemplo, hubo un tiempo en que Tiger Woods fue el «Kobayashi del golf.
Pero volvamos a nuestro tema. Kobayashi pensó que el récord existente no debía suponer un límite para su ambición, porque constreñiría su imaginación de lo que era posible. Los competidores anteriores llevaban demasiado lastre: pensaban que 25 perritos calientes más un octavo de perrito y, posiblemente, un poquito más, construían el limite definitivo de lo que era posible. De hecho, habían topado con una barrera mental, no física, porque no consiguieron pensar lo bastante en grande como Para superar el récord.
De modo que Kobyashi abordó la competición con un pensamiento fresco. Se dio cuenta de que era más eficaz separar las salchichas de los bollos. A esto se le llama «método Solomon».
Mientras empezaba a comerse las salchichas de dos en dos, gestionó el difícil problema de los bollos.
Para zamparse los bollos a buen ritmo, los mojaba en un vaso de agua y luego se los metía en la boca. Esto hace que sean menos secos, más rápidos de masticar y digerir, y encima ahorra el tiempo dedicado a beber agua.
También creó el “batido Kobayashi”, que consiste en saltar arriba y abajo y girar el torso, lo cual hace que la comida baje más rápido por el esófago y crea más espacio estomacal.
Por lo tanto, ésta es la pregunta que nos plantea todo esto: ¿es Kobayashi una maravilla física única, o detectó el equipaje mental que llevaban a cuestas todos los demás?
Bueno, ya conoces la respuesta. Una vez que Kobayashi mostró al mundo su equipaje, todo el mundo arregló el problema. Se dieron cuenta de que habían puesto límites a su propia ambición. Ahora Joel Chestnut posee el récord mundial de perritos calientes comidos de una sola sentada: 69.
Estos límites se encuentran por doquier. Éste es el equipaje mental que coarta nuestra ambición.
Tal como declaró Kobayashi a Dubner «De modo que si toda persona se deshiciera de esos pensamientos y aplicara a todas las cosas ese método de pensar, creo que el potencial del ser humano sería realmente grande, sería enorme si lo comparamos con lo que pensamos de nosotros mismos».
Para progresar en todas tus batallas cotidianas, el punto de partida es modificar cómo decides pensar durante el dia. RICHARD NEWTON
«Una tarde calurosa en Coleman, Texas, la familia está cómodamente jugando al dominó en el porche, hasta que el suegro sugiere que hagan una escapada a Abilene [85 kilómetros al norte] para cenar. La esposa dice: “Es una buena Idea”. El esposo, a pesar de que tiene sus reservas porque el camino es largo y hace calor, piensa que su negativa no encajaría con el deseo del grupo, y dice: “Me parece bien. Sólo espero que tu madre quiera ir”. Entonces la suegra dice: “¡Por supuesto que quiero ir! Hace mucho tiempo que no voy a Abilene”.» El trayecto es caluroso, polvoriento y largo. Cuando llegan al restaurante, la comida es tan mala como el viaje. Vuelven a su casa cuatro horas más tarde, agotados. Uno de ellos dice, hipócritamente: «Ha sido una salida estupenda, ¿verdad?” La suegra dice que, en realidad, ella habría preferido quedarse en casa, pero se apuntó a la salida porque los otros tres estaban muy entusiasmados. El marido dice: «No me entusiasmaba hacer lo que hicimos. Sólo fui para complaceros». La esposa dice: «Pues yo fui para que estuvierais contentos. iMe parecía una locura subirme al coche con el calor que hacía!» Entonces el suegro comenta que solamente lo sugirió porque pensaba que quizá los otros se estaban aburriendo. El grupo se sienta en silencio, perplejo al constatar que han hecho un viaje que a ninguno le apetecía hacer. Hubieran preferido quedarse cómodamente sentados, Pero no lo admitieron cuando aún estaban a tiempo de disfrutar de la tarde.»
Mi padre solía decir: no levantes tu voz, mejora tu argumento. DESMOND TUTU
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