El primer deber de toda persona al frente de un equipo es dar ejemplo, lo que significa ser el primero en todo. No se puede exigir a los demás si uno no es capaz de exigirse a sí mismo antes.
A veces —muchas veces— cuando nos fijamos en personas que han llegado lejos en la vida, sólo somos capaces de vislumbrar la cara amable de esa realidad: éxito, dinero, fama, reconocimientos o estatus, entre otros. Pero todo tiene dos caras, y gobernar es un ejercicio de alta responsabilidad —con uno mismo y con los demás— y de gran compromiso —con el proyecto— que supone un elevado desgaste personal, emocional y físico. La implicación del equipo es proporcional a la implicación de quienes ocupan los puestos más altos de una organización. No hay que olvidar que el compromiso es una carretera de doble sentido, y para que otros den lo mejor de sí mismos y reflejen aquellos comportamientos que queremos promover, nosotros tenemos que mostrarles previamente el camino con esos mismos comportamientos que queremos potenciar. Todo directivo está obligado siempre —repetimos, siempre— a ir un paso por delante de su tropa. Otra cosa sólo tiene un recorrido de corto alcance.





Comentarios recientes