Cuentan que en una ocasión un profesor de una importante escuela de negocios, que trabaja por el método del caso, se ponía muy nervioso por la dificultad de controlar la sesión mediante esta metodología. Cada día antes de la sesión, pasaba por el bar de la escuela y pedía un trago que le ayudara a superar el estrés de la clase.
Como el sistema no conseguía calmarlo, se vio obligado a pedir cada vez un licor más fuerte: de cerveza a whisky, de un trago simple a uno doble… Pero tampoco le funcionaba.
Finalmente, un día, el profesor apareció tranquilo en el bar un momento antes de su sesión y solo pidió un vaso de agua mineral. «¿Qué ha pasado?», le preguntó el barman sorprendido. A lo que él respondió: «Es que ahora me leo el caso».
Del libro: La parisina que tomó un taxi para ir al gimnasio
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