OBJETIVOS
Logras alcanzar tu objetivo no por creer que tienes un rumbo, sino por mantener el rumbo fijo. El secreto consiste en revisar periódicamente tu dirección y reenfocarte siempre que lo necesites.
Alfonso Alcántara
Pensando en equipo directivo
OBJETIVOS
Logras alcanzar tu objetivo no por creer que tienes un rumbo, sino por mantener el rumbo fijo. El secreto consiste en revisar periódicamente tu dirección y reenfocarte siempre que lo necesites.
Alfonso Alcántara
Fijar metas ambiciosas, pero segmentadas en etapas cortas. Las metas deben estar siempre encaminadas a lograr algo, nunca mantener lo logrado. Pues sólo hay una manera segura de perder : cuando se quiere mantener lo que se tiene y no se quiere más
Del libro : La empresa sensual
China es un país en el que IKEA tiene una fuerte presencia, tanto en suministro como en tiendas. Sí puedo generalizar un poco, diría que en China no está bien cometer errores. Nadie le dice a su jefe lo que piensa. El conocimiento se considera un poder, el director se lo guarda para sí mismo en lugar de compartirlo y, así impide que otros puedan crecer. El punto de concentración es el individuo, no el equipo, y se debe mantener cierta distancia entre responsables y trabajadores. Todos estos valores entran en conflicto con la forma de ser de IKEA.
Del libro: Cómo hacemos las cosas en Ikea
La empresa acabará paralizándose si se gastan 3 dólares en papeleo y 5 semanas para comprar un lápiz de 101 centavos.
ATARI
El señor Ortega (como gusta que le llamen) me recibió en el despacho de José María castellano , (por entonces consejero delegado y número dos del grupo); todavía no sabía que Ortega no tiene despacho propio. Me encontré con un hombre que estaba a punto de alcanzar los 70 años pero con la vitalidad y el dinamismo de un joven empresario chino. Gran escuchador, de trato enormemente afable y cálido, extraordinariamente humilde. Amancio Ortega charlaba más que entrevistaba. La charla, ya que tenía la sensación de que la conversación que estábamos teniendo no podría ser calificada de entrevista en ningún manual de recursos humanos, se desarrollaba de forma amena e instructiva. En realidad era él quien estaba vendiendo su empresa más que yo vendiendo mi profesionalidad. Finalmente Ortega me animo a que le hiciera las últimas preguntas, ya saben, las típicas preguntas sobre el modelo de negocio, el futuro de la compañía, etc. Pero como profesional de recursos humanos sé que, por encima de cualquier otra cosa, el éxito de un directivo en la gestión estiba sobre todo en saber realmente cuáles son las expectativas de quien lo contrata.
Así que, entre otras cuestiones, le pregunté; señor Ortega, si finalmente me incorporo a la compañía, ¿qué es lo que realmente esperas que haga? Como hombre de empresa esperaba que la respuesta tuviese relación con la necesidad de alcanzar los objetivos marcados en el plan estratégico de la empresa, o aumentar la productividad de los empleados en no sé qué tanto por ciento o que fuera capaz de contratar 100 personas al día en todo el mundo (como hubo que hacerlo más tarde), etc. La respuesta fue diferente muy diferente. “Tienes que querer a la gente”, respondió el presidente y fundador de una de las mayores empresas textiles del mundo. “Tienes que querer a la gente lo demás ya vendrá”.
Del libro : La empresa sensual
Del libro: La empresa camaleón
NO MÁS JEFECILLOS
¿Para qué sirve hoy día un jefe? La evolución de las estructuras empresariales está poniendo en cuestión el papel del responsable de un equipo. vemos a menudo que la simplificación de los departamentos origina jefes saturados que ejercen funciones que no les corresponden (administrativas, de producción, etc., ¡pero con
sueldo de jefe!). Y mientras tanto, el equipo, queda huérfano de líder. Ya no hacen falta jefes controladores a la antigua usanza, y mucho menos jefecillos, esos que ocupan puestos superiores en estructuras obsoletas. Lo que hoy se precisa son jefes líderes que ayuden, que aporten valor al equipo, que conjunte, motives, coordinen y hagan triunfar al grupo.
Si el jefe actual dedica más tiempo a responder emails, ejecutar parte de la tarea de su equipo, llamar por teléfono, mover papeles, que a gestionar el equipo, ¿quién dirige entonces?
Del libro: el jefe que no contaba chistes y el empleado que nunca se reía.
Si el negocio de otro nos parece fácil, eso significa que nos sabemos lo bastante de él.
Hay profesiones que no admiten mucho margen de error, en algunos casos por razones técnicas. Por ejemplo, ¿cuánto margen de error se considera aceptable en un cirujano?, ¿y en el encargado de seguridad de una central nuclear?, ¿y en el piloto de un avión? ¿Daría alguien por válido a un soldador que solo hiciera bien el 80 % de las soldaduras que realiza?, ¿y a un arquitecto al que solo Se le cayeran un 10 % de los edificios que construye? En todos estos casos es evidente que el nivel de exigencia es muy alto y apenas podemos admitir errores.
El listón de calidad directiva igualmente debe ser siempre muy alto y, desde luego, no es admisible estar por debajo de un nivel mínimo. Los jefes cobran más porque se les debe exigir según su responsabilidad y, si no dan la talla, no les quedará otra que aprender y cambiar. De lo contrario, tendrán que quitarse de en medio, porque las consecuencias de su ineficacia y de sus deficiencias directivas las pagan todos los demás perdiendo dinero, calidad de vida laboral
e incluso el puesto de trabajo ante los malos resultados.
Como todos sabemos por propia experiencia hay jefes malos, regulares, buenos y muy buenos. Aun estando de acuerdo en que esto de dirigir personas es muy complicado y que sería una
exceso pedir la perfección, la mediocridad en la dirección de un equipo no es admisible, aunque, desgraciadamente, vemos que abunda en demasía. El nivel medio es tan bajo que en muchas ocasiones los propios trabajadores se conforman con un superior “regular”; es decir, alguien, que sea mínimamente aceptable. Sin embargo, un jefe válido de verdad no debería estar conforme con esa valoración, pues es obvio que algo está fallando.
Mucho me temo que nos encontramos en el territorio de la medianía, cuando de lo que se trata es de situarnos en excelencia. Al menos, hacia ella habrá que dirigirse. Estar y actuar
a la altura de lo que requiere el cargo de jefe es algo que se debe aprender.
Del libro: El jefe que no contaba chistes y el empleado que nunca se reía
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