Imagínate que te levantas a primera hora de la mañana, te duchas y arreglas, desayunas y sales de casa a coger el coche para ir al trabajo. En el momento en que sales del garaje tienes en la cabeza más o menos lo que harás ese día y a la hora que tienes previsto llegar a casa, ¿ es así? Si la respuesta es afirmativa, ya tienes una miniestrategia en mente que irás convirtiendo en realidad a lo largo del día, mientras ejecutas la acción, es decir, mientras haces la parte táctica.

si la respuesta es negativa, no sabrás dónde irás ese día ni cómo acabará tu jornada y, por lo tanto, si esto sucede de una manera continuada, los problemas seguro que te acecharán más de lo que piensas. Así que es mejor volver a guardar el coche en el garaje y entrar en casa, para que empieces a pensar y a practicar la prevención.

Si lo tienes claro cierra la puerta del garaje, sal a la calle y durante el día ve haciendo lo que tengas que hacer o habías pensado; muchas cosas de esas planificadas se harán tal y como estaban previstas, pero otras se complicarán y saldrán al revés. Por lo tanto, estarás haciendo táctica adaptativa, es decir, gestionando los imprevistos sobre la marcha.

Si este pequeño ejemplo que estamos esbozando lo extrapolamos a las decisiones personales,  familiares o profesionales, veremos que realmente muchas veces con las acciones diarias nos olvidamos de a dónde queremos ir a largo plazo; entonces nos empezamos a preocupar, nos estresamos y empezamos a sufrir. Dicho en otras palabras; el riesgo de hacer solo táctica es muy alto porque acabas haciendo cosas que no quieres o que quieren los otros que tú hagas. Por el contrario, si te dedicas a definir realmente una estrategia y hacia dónde quieres ir, probablemente sin saberlo, te estás aproximando al reto.

Del Libro: Tropa Sapiens