No es bueno formalizar demasiado los objetivos. Debemos hablar mucho y concretar poco. Formular un plan, para después no tomarlo al pie de la letra. Coger el espíritu, captar el mensaje. Relativizar, discutir y retocar.

Dedicar menos tiempo a planificar y más tiempo a rehacer las planificaciones conforme se presentan las nuevas circunstancias.

El concepto de planificación como proceso de diálogo. No es tan importante el output que sale de un ejercicio de reflexión estratégica(cifras, documentos, PowerPoint) como el hecho de llevar a cabo esa reflexión. Los debates y discusiones, lo que ha pasado por la cabeza y el corazón de los directivos, es lo que se llevará a cabo, aunque los escritos digan lo contrario.

No importan los documentos, sino las opiniones que se han vertido que no recogen los papeles.

Lo que determina el grado de cumplimiento de la estrategia es el grado de asimilación de esa estrategia por parte de los miembros de la alta dirección. La corrección formal del ejercicio de reflexión, los documentos (que suelen ser excesivos y farragosos) apenas tienen impacto.

Del libro: gestionar sin prisas